Sin novedad en el frente. Diario del confinamiento, día 18: Sobre un médico de Chechenia y unos ginecólogos españoles
Khassan Baiev tenía ante sí un futuro muy prometedor a finales de los años 80 y principios de los 90. Con su especialidad de cirujano plástico maxilofacial, algo menos de 30 años y un empleo - bien remunerado para los estándares soviéticos- en el mayor hospital de Grozni, la capital de su Chechenia natal, la vida le sonreía. Pero al poco llegó el infierno. Las guerras ruso-chechenas pusieron patas arriba su mundo. Él se sintió ligado por El Juramento (así se titula su libro de memorias), ese compromiso que adquiere un médico con el mundo al titularse y que le acompaña toda la vida. Se dedicó durante aquel periodo a curar heridas de guerra y salvar las vidas de los combatientes de uno y otro bando. Y también a salvar la vida de cientos de civiles. Su especialidad pasó a segundo plano. En aquellos años no solo operó rostros, dentaduras y mandíbulas. Operó piernas y brazos, realizó amputaciones, contuvo hemorragias, cosió heridas en el vientre, en el pecho y en la cabeza.