Etapa 6
Portomarín - Palas de Rey
25 kilómetros
Cambio de planes
En el día de hoy he debido ser el único peregrino que se alegraba cuando llegaba una cuesta arriba. He conseguido caminar bien tanto llaneando como, sobre todo, subiendo. Pero las bajadas se han convertido en un suplicio
El dolorcillo de rodilla de ayer se ha ido agravando a lo largo de la jornada. Lo disimulé un poco con una pomada y un vendaje (de todos los por si acasos el botiquín es el único que hay que llevar sí o sí), pero a media jornada ya estaba tentado de llamar un taxi.
El problema de ir con un dolor, o con alguna otra cosa que te incomode, es que automáticamente dejas de disfrutar el viaje. Todo se centra en mantenerse en marcha y en pensar cómo o cuándo vas a tener que cambiar de plan.
Tanto es así que hasta me salté, casi sin darme cuenta, uno de los puntos interesantes de la jornada. A unos 9 km de la salida están los restos arqueológicos de un castro prerromano. Para verlo, hay que coger un camino secundario que se desvía unos 80 metros del camino principal. Sólo me di cuenta cuando vi que algunos peregrinos estaban en un camino diferente al mío.
Pero en el Camino de Santiago, y más si vas perjudicado, no se da un paso atrás ni para tomar impulso. Así que pasé del castro.
Del resto de la jornada solo puedo contar las impresiones sobre algunos peregrinos y personajes que encontré en el camino. Si ayer me sorprendió ver a un grupo con un balón de fútbol, hoy vi a un grupo de jóvenes que cargaban con una olla.
Me pareció una carga inútil, porque si planeas cocinar en los albergues, los que tienen cocina también tienen utillaje. Pero lo cierto es que me los volví a encontrar más tarde en un área de descanso, habían sacado un hornillo y se estaban preparando unos macarrones.
Esta es la forma más económica de hacer el Camino, comprar en supermercados en ir cocinando. Recuerdo por cierto que, hace años, cuando hice con Vicky el segmento Navarra, vimos máquinas de vending que tenían paquetes de macarrones y bricks de tomate frito, lo cual eleva la categoría de Bar Automático 24 horas a Supermercado Automático 24 horas.
El Camino tiene, de hecho, una economía peculiar. Es una especie de centro comercial de 800 kilómetros de largo por solo unas docenas de metros de ancho. En esa franja hay de todo: hospedaje, restaurantes, supermercados, farmacias, tiendas se souvenirs y todo lo que se te ocurra. Cuando te alejas unos metros a ambos lados, puede que te encuentres con la España vacía, dependiendo de la zona, y los servicios escasean.
Uno de los "comerciantes" de este peculiar centro era un señor todo vestido de peregrino a la antigua usanza, con capa, sombrero, largo bastón y calabaza, que vendía baratijas y colgantes. Me paré a charlar con él y compre unos collares. Mi objetivo era hacerle una foto y, por supuesto, descansar un rato. Resultó ser andaluz y me dijo que llevaba 2 meses apostándose en la zona, con más frío que éxito empresarial.
Los que venimos de grandes ciudades estamos muy mal acostumbrados a la disponibilidad inmediata de prácticamente todo. Pero aquí, entre un pasillo comercialmente activo y la nada hay solo unos pocos metros o unos pocos kilómetros. Y a veces se nos olvida que, para mantener esos servicios hace falta gente, que tienen que cobrar sus sueldos, cotizar a la seguridad social y tener sus días libres.
Comento esto porque en el albergue de Palas de Rey, que es fantástico, he medio oído un conversación entre las empleadas que me tocado un poquito el alma. Aparentemente no se atreven a plantearle al dueño la necesidad de tener días libres, que una de ella lo intentó y el jefe le preguntó si es que era una sindicalista (y ella se sintió dolida).
Algo tiene que cambiar en la economía de nuestro país: los empresarios, que deben ajustarse a las leyes y unas mínimas consideraciones éticas; los empleados, que deben perder el miedo a defender sus derechos; y los clientes, que debemos acostumbrarnos a pagar un justo precio por los bienes y los servicios y no esperar que todo sea un chollo. Y si te parece que 15 o 20 euros es mucho por un menú, cargas con una olla y te cocinas tú mismo los macarrones.
Volviendo a mi rodilla, la situación me obliga a considerar detenidamente las opciones:
1) Comprar una rodillera, apretar los dientes y continuar. Pero esto solo puede conducir a una lesión seria. Cuando te duele algo, el cuerpo empieza a utilizar los músculos de forma rara para compensar y se va a acabar rompiendo alguna otra cosa aparte de la rodilla.
2) Acudir a un centro médico para ver qué opinan. Pero esto me parece ocioso, porque es evidente que me van a decir que deje de caminar. En todo caso, en Palas de Rey he buscado fisio. Hay cuatro en la ciudad, pero todos cerrados por el Jueves Santo.
3) Esconderme por la zona unos días e inventarme las crónicas de las jornadas que faltan. Esto es muy tentador. Ha habido muchos escritores famosos que han utilizado la técnica de inventarse la realidad. Entre ellos destaca Marc Twain, que se inventaba los reportajes cuando trabajaba de periodista y no le fue mal del todo.
4) Moverme por la ruta en autobuses hasta el lunes, que tengo el billete de vuelta desde Santiago.
5) Buscar una combinación para volver a casa.
Me debato entre estas dos últimas opciones. La ventaja de no tener los alojamientos reservados ni pagados es que tengo flexibilidad para hacer lo que me venga en gana. Mañana decidiré.
En todo caso, he disfrutado muchísimo el viaje y no me quedo con mal sabor de boca por tener que interrumpirlo aquí. En estos casos, siempre me acuerdo de la siguiente cita:
"No es más quién más alto llega, sino aquel que influenciado por la belleza que le envuelve, más intensamente siente”
Maurice Herzog, primer montañero en subir el Annapurna.
¡Buen Camino!
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