Poco imaginaba yo el pasado 19 de marzo, cuando escribía mi artículo
sobre el Día del Padre que iba a tener la oportunidad de escribir otro
sobre el Día de la Madre. Aquella era la sexta jornada de mi encierro
particular (este diario comenzó un sábado, un día antes de que se promulgase el
Estado de Alarma y dos antes de que entrase en vigor). Aún en aquellas fechas,
en las que estábamos en la pendiente ascendente más pronunciada de la curva de
contagios, creíamos que esto iba a ser cosa de unas tres semanas. Mayo se
antojaba muy lejano.
Pero he aquí que ha llegado el primer domingo de mayo y que es tradición
celebrar el Día de la Madre en este día. Y sucede que, al igual que en marzo,
estamos en una situación compleja que nos impide celebrar este tipo de eventos
del absurdo modo tradicional: comprando cosas para regalar. Cierto que
podríamos haber hecho algunas compras por servicios online, pero se nos echó el
tiempo encima y los plazos de entrega de cualquier objeto impersonal que se nos
hubiera ocurrido se dilataban de forma inexorable hacia una fecha posterior a
hoy.
No quedaba otra que echarle imaginación. Y mi hermana tuvo la sana
ocurrencia de que le regalásemos a mi madre manualidades infantiles, de esas cosas
que hacíamos en el colegio en las clases de plástica pegando macarrones o
pinzas de la ropa.
He aquí la pequeña selección de trabajos manuales que le hemos regalado a
mi madre (se las hemos tenido que enseñar en una reunión virtual, compartiendo
la pantalla, en un aperitivo familiar de esos de cada uno en su casa).
El mío se titula “Pajarita de papel con contorno de macarrones”. Igual un
día se convierte en una obra de arte valiosa.
Lo cierto es que a mi madre le ha hecho mucha ilusión, y yo creo que a
nosotros también, pues nos ha dado la oportunidad de recuperar, al menos por
unos minutos, a ese niño que todos llevamos dentro.
No había que celebrar solo el día por mi madre. En casa también teníamos
celebración y, lo cierto es que tampoco tuvimos la anticipación suficiente como
para comprar algo. Mis hijos y yo nos pusimos entonces en modo conspirativo y
decidimos regalarle a Vicky un vídeo personalizado.
Os comento que el tener que andar jugando al escondite por casa para grabar
los planos ha sido una de las cosas más divertidas que hemos hecho en familia
en los últimos tiempos. Aprovechábamos cualquier hueco, como una oportuna siesta,
para escabullirnos de nuestras habitaciones para grabar en las diferentes localizaciones.
Y ayer, aprovechando que se podía salir a dar un paseo, mis hijos se encargaron
de alargar el de Vicky todo lo posible para que yo pudiese terminar de
montarlo. He aquí nuestro pequeño homenaje, que ha conseguido arrancarle al menos alguna lagrimilla de emoción.
No tengo más novedad en el frente que el hecho de que hoy ha sido uno de
los días más bonitos, emotivos y divertidos de este largo encierro. ¡Vamos a
por otra semana!
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