¡Qué grandiosa coincidencia que sea el 2 de mayo, la conmemoración del
levantamiento popular contra la invasión francesa, el día que han escogido
nuestras autoridades para concedernos unas mínimas libertades por horas! ¡Abajo
la opresión! ¡De 6 a 10 de la mañana y de 8 a 11 de la tarde somos libres! Hoy,
el pueblo madrileño se ha levantado, si no en armas, sí en zapatillas y
bicicletas y se ha lanzado a conquistar las calles.
Y ha ido todo bien. Cierto que había mucha gente en muchos sitios. Pero lo
que yo he visto y lo que me han contado es que todo el mundo parecía estar manteniendo
las distancias de seguridad. He visto a gente corriendo, en bici, paseando y
sacando al perro a pasear. Y en todo momento me ha parecido ver que se buscaba
que hubiese espacio, que corriese un aire purificador entre unos y otros para
evitar los contagios.
Que sí, que será cierto que en algunos sitios, alguna gente ha estirado más de la cuenta el concepto, ha salido más tiempo, ha aprovechado para quedar con alguien... Pero la mayor parte de la gente ha cumplido con un alto grado de civilización y educación.
Que sí, que será cierto que en algunos sitios, alguna gente ha estirado más de la cuenta el concepto, ha salido más tiempo, ha aprovechado para quedar con alguien... Pero la mayor parte de la gente ha cumplido con un alto grado de civilización y educación.
La buena noticia, pues, es que tenemos unos vecinos y una sociedad
mayormente obedientes. Que, ante una situación tensa y crítica, el Estado puede
contar con la complicidad de los ciudadanos. Y hoy, eso está bien, porque todos
somos conscientes de que nos jugamos mucho, de que no nos podemos permitir un
fuerte rebrote de Covid-19, la enfermedad que nos tiene encerrados a la mayoría
desde hace casi dos meses.
Podemos estar de acuerdo entonces en que, ante la crisis que estamos
viviendo, todos debemos hacer un acto de acatamiento colectivo de las normas.
No en todos los países lo tiene todo el mundo tan claro. En París, hace unos
días, hubo un pequeño
acto de rebeldía contra el confinamiento con un baile organizado en las calles.
Más brutal ha sido la protesta en Michigan, Estados Unidos, donde manifestantes
armados se manifestaron en el Capitolio.
Pero he aquí que yo me pregunto si esta misma obediencia, por no decir
docilidad, no puede convertirse en un arma de doble filo. En un peligro para
nosotros mismos. La historia de la humanidad, por desgracia, está llena de
ejemplos de sociedades enteras que se comportaron con tranquilidad pasmosa ante
los crecientes desmanes de sus gobernantes, y acabaron siendo cómplices.
Mantengamos la vigilancia. Podemos ceder, de forma temporal, en nuestras
libertades individuales en pos del bien común y de la salud de nuestros mayores
y nuestros vecinos. Pero no permitamos que eso se convierta en costumbre, ni
que los políticos asuman que pueden llegar a dar cualquier tipo de consigna o
de orden en la confianza de que la sociedad entera las acatará sin rechistar.
Las libertades individuales, entre las que se incluyen la libertad de
movimientos y la libertad de reunión, entre otras, han sido conquistadas por
generaciones de luchadores. No han sido concedidas por los gobernantes, sino
obtenidas por la gente. Esas libertades son nuestras de pleno derecho y no
pueden depender de la voluntad caprichosa de quien esté al mando.
Por eso, aun asumiendo que hoy podemos haber hecho cesión voluntaria de
nuestros derechos, hagamos compromiso colectivo de mantener la guardia alta y
de recuperarlos en cuanto sea oportuno.
Yo al menos así lo haré, pues sé que libertad concedida no es libertad sino
fuero.
Que tengáis un feliz y deportivo domingo, aunque solo disfrutéis de la
libertad por horas, y que pueda acabar la semana para todos sin novedad en el
frente.
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