No hay nada como caminar para pensar con claridad. Y en particular, si se
camina por la montaña, despacio, sin prisa, el cerebro se activa de una forma
extraordinaria. No es que se piense más rápido, es que la paz que nos transmite
el entorno y el ejercicio físico nos hace pensar las cosas mejor.
Esta tesis, que la montaña tiene un efecto terapéutico sobre la mente, la
sostiene Juanjo Garbizu en su libro Monterapia:
cuesta arriba se piensa mejor. No es un libro extraordinario, pero sí ameno
y fácil de leer. El autor nos relata cómo su vida montañera ha ido forjando su
personalidad y su forma de pensar, cómo desde un hobby que comenzó en su juventud
tardía, subir al monte se ha convertido en la madurez en una necesidad
imperiosa para él. Y nos convence de algo que realmente los montañeros ya
sabíamos, que subiendo cuestas y haciendo esfuerzos, uno vuelve a casa con las
ideas mucho más claras. Con el cuerpo cansado, pero orgulloso, y la mente
relajada.
Hoy, yo necesitaba pensar. Desgraciadamente la montaña se nos antoja aún
lejana. Quizá el próximo fin de semana, si la Comunidad de Madrid entra por fin
en la fase 1 de la desescalada, podamos calzarnos las botas y lanzarnos monte
arriba. Más bien parece que será, como pronto, el siguiente. Así que no me
quedó más remedio que aprovechar los ratos de libertad condicional (a partir de
las 20:00 horas) y lanzarme a caminar por las veredas y los parques (al menos
el Parque Lineal de Rivas está abierto). Me acordé, por supuesto, del subtítulo
del libro y busqué a propósito alguna cuesta para incrementar ligeramente el
esfuerzo.
Y así, mientras iba pensando, me di cuenta de algo sorprendente.
Estamos hablando de la desescalada y de que tarde o temprano hay que
empezar a recuperar el ritmo. Una ciudad, una sociedad, requiere de comercios,
transportes, servicios funcionando y gente utilizándolos. Habrá que poner
muchísimas precauciones, y durante semanas, o incluso meses, tendremos
limitaciones. Pero el freno no puede ser infinito. Paso a paso, hay que
arrancar con la actividad económica y la prestación de servicios.
Pero ¿qué servicios son los que primero hay que poner en marcha? Lo
sorprendente es que abunda la información y la conversación sobre cómo tienen
que operar las peluquerías y los bares, y hay bastante menos de lo que debería
haber sobre cómo reactivar servicios médicos esenciales, como son los servicios
médicos de proximidad.
Vivo en una ciudad de 90.000 habitantes en la que, a día de hoy, durante el
fin de semana no hay ningún centro médico abierto, ni público ni privado. No es
posible tratar ninguna urgencia. La única opción posible es llamar al 112 o
coger el coche e ir a urgencias de un hospital, en Madrid o en Arganda. En
Rivas, imposible.
Nunca estuvo esta ciudad sobrada de servicios médicos, pero contaba con un
pequeño centro de urgencias del SUMA al que se podía acudir para ese tipo de asistencia
que no requieren hospital: una contusión, un dolor repentino que requiere
administrar algún calmante, un ataque de alergia que requiera una inyección de
antihistamínico…, cosas de esas. A día de hoy, ese centro no presta servicio
los fines de semana.
Me consta que se han reabierto centros de atención primaria públicos (pero
eso funciona de lunes a viernes y no sé realmente en qué condiciones). Me
consta también que muchos centros médicos privados permanecen cerrados (en Rivas, todos).
Sé que el personal escasea. Hay muchos profesionales sanitarios afectados
por Covid-19 y la gestión de los recursos humanos de todo el sistema debe ser
muy compleja. Pero dejo para la reflexión colectiva si no ocurre que en
ocasiones nuestra atención no está realmente donde tiene que estar.
Mañana, aprovechando que no hay novedad en el frente, subiré otra cuesta. A
ver si lo veo todo un poco más claro.
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