Es prematuro decir que se ha conseguido ya doblegar la curva de los
contagios. Cierto que las tasas son mucho menores que hace un mes y que
noticias como el cierre de los hospitales provisionales y el levantamiento de
ciertas medidas del confinamiento nos ofrecen una cierta sensación de victoria.
Pero ¡cuidado! El riesgo a un repunte sigue estando latente.
En este contexto, me guardaré mis comentarios sobre el hecho de organizar
un evento público para celebrar el cierre del hospital del IFEMA y que nuestros
políticos locales aprovecharan la ocasión para hacerse fotos repartiendo
bocadillos desde un foodtruck. No
debió ocurrir, y punto.
Puede que haya pasado la etapa más crítica de la emergencia médica, pero
quedan curvas por vigilar y por doblegar. En primer lugar, debemos ser consistentes
en nuestras actitudes para conseguir que las tasas de contagio se mantengan por
debajo del 1 (que una persona no contagie más que a otra, para evitar el
crecimiento incontrolado de la enfermedad). Y quedan las incógnitas sobre cómo
será el comportamiento de la enfermedad en los próximos meses. Sospechamos que
el calor lo aplacará durante el verano, pero realmente no lo sabemos seguro. También
hay miedo a un rebrote potente el próximo otoño, y conviene estar física y
mentalmente preparados para afrontarlo.
La buena noticia (por no decir excelente), que he sabido hoy gracias a la
consistencia de El Economista en la búsqueda de buenas noticias todos los días,
es que los científicos y médicos de Corea del Sur confirman que una vez pasada
la enfermedad, se produce inmunidad en el individuo. Los 260 casos en los que
se habían registrado “positivos” en gente que ya se había curado parece que
tienen una explicación en restos inactivos de los virus que quedan en el
organismo, pero el individuo queda inmunizado. ¿Por cuánto tiempo? No lo
sabemos, pero se especula que sea al menos por un año. Esto, unido al
desarrollo de una ansiada vacuna y a los avances en los tratamientos, permitiría
gestionar la enfermedad como se hace con la gripe estacional.
Hay una esperanza, pues, muy bien fundada que apunta hacia una mejora
sustancial de la situación. Pero ¡ojo! Todavía no somos inmunes. La inmensa
mayoría de nosotros no sabemos si hemos pasado la enfermedad –de modo
asintomático o con síntomas leves-. No sabemos si esas toses, esas fiebres,
esos dolores de cabeza que tuvimos hace algunas semanas eran Covid-19, una
gripe, un resfriado o un ataque de alergia.
Y no sabemos qué grado de inmunidad colectiva (la inmunidad del rebaño) se
puede haber conseguido. Esa es una información clave que depende de hacer miles
de tests que aún no se han hecho.
En todo caso, toca también preocuparse por las otras curvas del camino: la
de la crisis económica, la de la emergencia social, la del desempleo desbocado,
la de la caída del Producto Interior Bruto, el desastre del sector turístico…
Doblegar y amaestrar estas curvas va a requerir de un esfuerzo concertado
y colectivo. Nuestros políticos, de todos los colores y en todos los niveles de
la administración, han demostrado en general no estar a la altura del esfuerzo
que ha realizado la sociedad. Pero a nosotros nos toca seguir esforzándonos.
Podemos llegar a ser inmunes al Covid-19, pero no lo somos a sus
consecuencias. Nos toca seguir centrados y enfocados en una inmensa tarea
social y colectiva.
Os deseo buenas noches y un gran y largo fin de semana, en el que espero
que todo siga sin mayor novedad en el frente.
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