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Sin novedad en el frente. Diario del confinamiento, día 26: Elogio de la resiliencia y del pingüino emperador


No hay criatura en la tierra que lo pase peor que un pingüino emperador. La desolación del invierno antártico, que no es más que una fría y larga –casi eterna- noche, lo convierte en el campeón mundial de la resistencia. Pero, a fin de cuentas, la Antártida es su hogar. Y solo hay una criatura en la tierra capaz de meterse voluntariamente en un hábitat tan hostil y competir con sus simpáticos aborígenes para ver quién aguanta más: el ser humano.

Estamos en una carrera de fondo, de resistencia, en la que aún no se ve la meta. Apenas se vislumbran horizontes de mejora y se anotan de forma provisional fechas en el calendario, como quien ata una zanahoria a la punta de un palo. Pero no se trata de alcanzar rápido la meta, sino de resistir. De hecho, la palabra que está de moda para describir la cualidad más necesaria hoy en día es resiliencia. Es un concepto que abarca algo más que la resistencia física. Es la capacidad para sobreponerse ante situaciones adversas. Y requiere, ante todo, una gran fortaleza mental.

Creo que podemos aprender mucho de los ejemplos del pasado, de las gestas en las que los hombres mostraron esa resiliencia, esa capacidad extraordinaria de sobreponerse a todo y superar las dificultades. Una de esas gestas, que siempre me ha impresionado, es la exploración y conquista del Polo Sur. Amundsen, Shackelton, el malogrado Scott... gente hecha de otro material, líderes de otros hombres capaces de aguantar durante meses no ya un confinamiento en un hogar, sino travesías espantosas a pie por algunos de los parajes más inhóspitos –al tiempo que bellos y grandiosos- de todo el planeta.

Apsley Cherry-Garrard fue uno de aquellos hombres. Es el cronista de la expedición de Scott. Su libro: El peor viaje del mundo, que ya comenté en mi blog hace algunos años, es una obra maestra. Bien escrito, extraordinariamente bien documentado y, por encima de todo, profundo en sus análisis y en sus reflexiones.

En ese libro se aprende lo que es la resiliencia. Algo que los seres humanos llevan incrustado en algún punto del cerebro y que nos va a hacer mucha falta. Ahora, para aguantar las semanas que nos quedan encerrados. Mañana, para aguantar los meses y años de reconstrucción.

Resiliencia es aguantar, como hizo Cherry-Garrard con el doctor Wilson y el teniente Bowers, un viaje de 5 semanas en pleno invierno austral con el único objetivo de conseguir un huevo de pingüino en fase embrionaria. Una extraordinaria recompensa, arrumbada quizá hoy en los cajones o estanterías del Museo de Ciencias Naturales británico, para uno de los viajes más agotadores y peligrosos que uno pueda imaginar. A punto estuvieron de morir varias veces, y de dejarse morir tumbándose al magro abrigo de una grieta en el hielo. Pero mostraron la suficiente fortaleza de espíritu como para aguantar el viaje, mantenerse en pie y seguir la ruta. Desgraciadamente, tanto Wilson como Bowers fallecieron después en el viaje de Scott al Polo Sur.

Resiliencia es lo que nos hace falta.

Les dejo, sin novedad en el frente, con un pequeño ejercicio de locución que hice también hace algunos años con improvisaciones y fragmentos locutados del libro de Cherry Garrard.



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