Desde que me dedico al mundillo de la comunicación he tomado la
determinación de no creerme nada de lo que me cuentan, y de lo que veo…
tampoco. Ni siquiera la mitad. Hay tantas falsedades circulando por el mundo
que ha llegado un momento en que uno no sabe muy bien a qué atenerse. ¿Será
cierto lo que cuenta aquel vídeo, aquel meme, aquel rumor?
Las ‘fake news’ (noticias falsas) siempre han existido, al igual que
siempre ha existido propaganda, basada en informaciones falsas, o medias
verdades, o en verdades deformadas y edulcoradas. Entre los hombres ilustres
del pasado, de hecho, hay algunos propagandistas notables. Uno de ellos es, por
ejemplo, Julio
César, que escribía sobre sí mismo en tercera persona como para ganar
distancia con el personaje y parecer más objetivo. Otro gran propagandista fue Ptolomeo,
que no es que se inventase algunas noticias para afianzarse en el poder, es que
se inventó una religión entera (y coló).
Lo que ocurre es que, en la era de internet y de las comunicaciones, las
noticias falsas circulan a mayor velocidad que el viento. Y todos tenemos
cierta tendencia a creernos, al menos de primeras, las cosas que nos llegan al
teléfono móvil. Hay que dotarse de un gran espíritu crítico para frenar en seco
nuestra natural credulidad inicial y poner las cosas en duda. A fin de cuentas,
la civilización humana se ha construido a base de contarnos historias unos a
otros, a base de contarnos relatos reales o ficticios sobre nuestras
sociedades, los reyes, la riqueza, los estados, el dinero… ¡qué hay más
ficticio que el dinero, sobre todo en el S.XXI, cuando consiste básicamente en
apuntes bancarios digitalizados!
Pero me estoy yendo del tema. Con la maldita pandemia en la que estamos
enfrascados, me temo que ha venido una segunda pandemia, la de las noticias
falsas. Unas creadas con evidente intencionalidad política o instrumental.
Otras, simplemente, con el afán de enredar o producir unas risas. Hay noticias
falsas sobre muchos temas, pero lo que más llamativo me resulta es cómo circulan
algunas, tan rematadamente pobres, que basta una visita a la Wikipedia para
desmontarlas.
Pongamos, por ejemplo, este pequeño montaje fotográfico.
Según dice ahí, lo que está pasando ahora era perfectamente previsible,
porque con un patrón inexorable de 100 años, se produce una pandemia mortal.
El problema es que es falso. Que consultando la página
de pandemias de la Wikipedia, se puede apreciar que no es que haya una
epidemia cada 100 años, sino que hay muchas más. También se puede ver que se ha
retorcido la información con las fechas. La Gripe Española, por ejemplo,
comenzó en 1918 y no en 1920 (ahí terminó, de hecho). Se puede comprobar que
solo en el Siglo XX ha habido otros brotes epidémicos importantes como la Gripe
de Hong-Kong, en los años 60, y un gran brote de cólera en América Latina en
los 90.
Y puestos a contar verdades, la gran pandemia de Peste Negra en Europa ni
siquiera ocurrió en el Siglo XVIII, sino en el Siglo XIV. Empezando allá por
1346 o 1347, la plaga se llevó por delante al 40% de la población europea. Y desde
entonces hasta finales del Siglo XVIII ha sido una enfermedad recurrente.
Ese montaje es un compendio de trucos del enredador oficial. Básicamente,
cojo los datos que encajan con la idea preconcebida que voy a contar (y si no
encajan, los encajo a martillazos, total ¿quién se va a dar cuenta de que he
cambiado alguna fecha?), descarto todos los datos o piezas de información que
no encajan con la teoría que voy a sacar al mercado (por ejemplo, no digo nada
de las pandemias en otras fechas), añado unas fotos dramáticas y espero que la credulidad
y el ansia de los ciudadanos propague el bulo, como se propaga un virus,
multiplicándose a cada paso.
Ante esta avalancha de bulos, creo conveniente dar algunos consejos
oportunos:
- No distribuir memes e informaciones que recibas por Whatsapp sin haberlas contrastado (al menos, con la Wikipedia)
- No confiar en fuentes no identificadas.
- No creerse los textos que empiezan con: es curioso que…; no soy un experto, pero…; dicen que…; los expertos aseguran que… (que identifiquen de qué expertos hablan, por lo menos)
- No sacar conclusiones generales de observaciones particulares y menos si ni siquiera has sido testigo de la observación. Por ejemplo, si te dicen que la tía del hermano de la cuñada, que tiene 80 años, todavía hace puenting, no puedes sacar la conclusión de que las mujeres de 80 años pueden hacer puenting sin riesgo.
Lo que sí hay que hacer es distribuir la información contrastada que
periodistas que se han ganado el prestigio a pulso, se esfuerzan por contar
todos los días. No voy a mencionar nombres, porque son muchos y me puedo dejar
algunos importantes en el tintero. Pero afirmo que, en muchos de los medios más
renombrados de este país, y también en medios más pequeños y digitales,
trabajan muchos periodistas que se dejan la piel por contrastar la información.
Contamos con periodistas que tratan los temas médicos y científicos con
muchísimo rigor, profesionalidad y objetividad.
En ellos sí que
puedes confiar.
Un día más, no
hay novedad en el frente.
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