Los más jóvenes
de mis lectores probablemente no son muy conscientes de ello. Pero había un
mundo antes de internet, de los teléfonos móviles, del wifi, del GPS y de los
servicios online. La pandemia de Covid-19 podría haber ocurrido hace 30 o 35 años,
en un mundo que desde el punto de vista tecnológico sería hoy casi irreconocible.
Se quejan maestros
y alumnos del esfuerzo titánico que están haciendo para intentar dar una mínima
continuidad al curso. Se oyen comentarios sobre la falta de capacidad de los
sistemas de aulas virtuales que las comunidades autónomas tenían disponibles…
también en el mundo empresarial se ve que unas empresas están mejores
preparadas que otras para el teletrabajo. Para muchos, esta crisis nos ha
pillado mal preparados (esto es casi una obviedad). Pero yo más bien creo que
nos ha pillado a medio preparar, con el vaso medio lleno, en la mitad de una
transformación digital que todavía no ha finalizado ni en los hogares, ni en
las empresas, ni en la administración pública.
Si una pandemia
de estas características hubiese obligado a confinar a medio mundo antes de la
era de internet, estaríamos hablando en unos términos distintos. Para empezar,
el curso académico se habría perdido. Quizá los estudiantes se habrían
presentado en junio para unos exámenes de contenido reducido y así el sistema habría
cumplido con el expediente, pero las clases no se habrían reanudado e impartirlas
de forma remota habría sido imposible.
Hace 30 años,
nadie habría hablado de aplicaciones móviles para el control de los positivos,
ni para los servicios de información al ciudadano. El teléfono y el correo
postal habrían sido los instrumentos esenciales de comunicación entre las
personas. La televisión y la radio, los canales fundamentales para informar a
la población. Si el confinamiento hubiese sido obligatorio, como lo es hoy,
para todas aquellas funciones no esenciales, los despidos temporales habrían
afectado prácticamente a todo el mundo, puesto que la posibilidad de teletrabajar
era prácticamente nula.
La rapidísima
transmisión de memes y vídeos de broma no habría sucedido, pero sí habría
habido chistes y bromas de otro tipo. Serían esencialmente verbales y habrían
circulado por teléfono. También habríamos visto a la gente cantar por las
ventanas y aplaudir en sus balcones. Porque lo curioso es que, aun sin Whatsapp
ni Twitter, la gente se enteraba de las cosas más o menos al mismo tiempo y se
podían concertar acciones grupales y vecinales.
Aquel mundo no
era esencialmente distinto al nuestro, pero iba más despacio. Y desde el punto
de vista del aislamiento de las ciudades, el reto habría sido algo más sencillo,
puesto que se viajaba menos y la economía estaba menos globalizada
(probablemente el ritmo de expansión de la pandemia también habría sido más
lento).
Pero hoy es hoy.
Y nos ha pillado con el vaso medio lleno. En el caso de España, con una
conectividad envidiable, aunque no perfecta, y con un consistente desarrollo de
servicios digitales.
Y lo que parece
ya evidente es que esta desgracia, una vez pasada la emergencia médica y el
primer impacto de la crisis económica que se nos viene encima, acabará siendo
un gran acelerador de los procesos de transformación digital. No me imagino
empresa alguna que no vaya a considerar el teletrabajo de modo serio –al menos
como alternativa para situaciones excepcionales-, ni me imagino un sistema
educativo que no empiece a aprovechar de algún modo las herramientas de
formación a distancia que solo ahora se están ensayando de modo general.
Tampoco imagino
un sistema sanitario que no apueste por la telemedicina, al menos por una
primera consulta por teléfono (como está sucediendo ahora) para los casos más
sencillos, para la emisión de recetas… ¡supone tantas ventajas!
En resumen, no me
imagino una vuelta atrás, sino un gran paso adelante y un cambio social y
económico bastante radical del que estamos protagonizando un primer ensayo
general. Lo iremos viendo.
Mi frente de
batalla particular está hoy en tensión, a la espera de los acontecimientos, con
dos personas convalecientes en casa (de algo que no parece Covid-19). Pero seguimos
más o menos bien.
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