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Sin novedad en el frente. Diario del confinamiento, día 6: ¡Día del Padre!

Me han estropeado la pequeña planificación de contenidos que tengo anotada en un cuaderno. Hoy tocaba hablar de otra cosa. Pero cuando a primera hora de la mañana estaba ya junto al ordenador, presto a trabajar, va mi familia y se presenta con los regalos del Día del Padre.

¡Son tan extraños estos días! Enfrascado en una nueva rutina, en la que me centro quizá demasiado, convirtiendo cada jornada en un día de la marmota para que el mundo vuelva a ser previsible, es fácil olvidar que cada día es único. Es fácil perder de vista que lo que hace interesante la vida es, precisamente, aquello que la hace imprevisible. Lo que es variable.

Y en los últimos años, el Día del Padre, el de la Madre, las Navidades, San Valentin… se han estandarizado de tal modo que uno ya casi está deseando que pasen para volver a la rutina.

Pero hoy no. Hoy ha sido un Día del Padre distinto y muy especial. Hoy no he recibido la clásica camisa, chaqueta, prenda deportiva de un centro comercial. Ni una corbata para colgar en el armario.

Hoy he recibido regalos personalizados. La imposibilidad de acudir a una tienda ha hecho despertar la imaginación de la familia.

He recibido esta maravillosa caja, decorada por Vicky.



He recibido cartas de mis dos maravillosos hijos. No las podéis leer. No las comparto, son mías para siempre.



Y he recibido, con una carcajada, el regalo broma de mi hijo pequeño.



Pero, sobre todo, he recibido un día en el que estar juntos. Desde que comenzó el confinamiento, comemos y cenamos en familia a diario. Eso es algo que habíamos perdido, que en la vorágine de una ciudad como Madrid, en la que dedicamos demasiado tiempo a los traslados y en la que nunca coinciden los horarios, ha desestructurado las familias de forma irremediable. No hay mejor lugar para sentirse solo que una gran ciudad.

Pero yo aún tengo los recuerdos de la infancia, cuando comer y cenar en familia a diario era lo habitual. Un hábito que se fue rompiendo cuando entramos en la adolescencia y los horarios del instituto primero y de la universidad después, hicieron imposible esta hermosa rutina familiar.

Y hoy, aunque hemos dedicado muchas horas a nuestras obligaciones habituales, hemos compartido algunos momentos preciosos.

Así que allá va mi homenaje de vuelta a la familia. Esto es lo que yo veo desde mi despacho cada vez que levanto la cabeza del ordenador.



Sin novedad en el frente.


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Comentarios

Patricia ha dicho que…
Me ha gustado mucho leer tu crónica diaria. Tu forma amena de contar los avatares de cada día. Gracias, espero que sigas y compartas.!
Patricia ha dicho que…
Me entusiasma