Existe un juego
de mesa llamado Pandemia. Es un
juego excelente, muy entretenido y muy peculiar. Es un juego cooperativo. Eso
significa que no se compite contra los demás participantes, sino que todos –que
asumen diferentes roles como científicos, médicos, etc.- deben colaborar para
evitar una serie de enfermedades que amenazan extenderse por el planeta. Todos
ganan, o todos pierden.
Y ésta es quizá
la primera gran lección que podemos
asumir de un tiempo de crisis: que no hay ganadores frente a perdedores, que en
mitad de una situación extraordinaria como la que estamos viviendo, solo la colaboración extrema puede
minimizar el daño (porque, seamos conscientes de ello, ganar, lo que se
dice ganar, aquí no va a ganar nadie).
Una lección que,
por cierto, espero que no se nos olvide cuando la fase más aguda haya
terminado. Una vez pasada la embestida inicial del coronavirus y la emergencia
sanitaria, no solo tendremos una situación económica espantosa que nos obligará
a seguir colaborando, sino que la amenaza de un rebrote seguirá latente durante
algún tiempo, por lo que sería una locura desmantelar los mecanismos y la mentalidad
de cooperación que se están construyendo ahora a toda prisa.
La segunda gran lección es que,
independientemente de lo que suceda, siempre
aparece algún listo que lo veía venir. Y en las conversaciones que uno ve y
lee fugazmente por aquí y por allá, aparece de forma recurrente la idea de que
ha habido “falta de previsión”. ¡Manda huevos! Como decía aquel ministro. En
las redes y en los medios han denominado El
Capitán a Posteriori a todo aquel que manifiesta saber lo que habría que
haber hecho. De verdad, ¿alguien ha podido prever esto?
No. La realidad es
que, nadie, absolutamente nadie en este país ni en ningún otro, ha tenido la
capacidad de previsión como para anticipar la compra y distribución de los 10 ó
12 millones de mascarillas y los varios miles de respiradores que se van a necesitar
en los hospitales españoles las próximas semanas. Digo 10 ó 12 millones prácticamente
a voleo. El único dato que tengo proviene de una información del Servicio Andaluz
de Salud en la que manifestaban que el consumo era de 200.000 mascarillas por
semana en los hospitales de su comunidad. Que cada cual haga sus cálculos.
Hay un tercer gran aprendizaje, que me viene a
la mente por una serie de tristes comentarios que he visto en Twitter. Nunca debemos apresurarnos a la hora de
juzgar a los demás. Resulta que muchos ciudadanos, probablemente orgullosos
ante la oportunidad de meter en vereda a otros conciudadanos, se asoman a la
ventana e insultan de modo inmisericorde a cualquiera que ven pasar por la
calle. En ocasiones ha ocurrido que esa persona a la que están insultando es un
sanitario que se ha pasado 15 horas trabajando en un hospital y se dirige a su
casa. Sí, una de esas personas a las que nuestro concienzudo juez de la ventana
dirige insultos por la mañana y aplausos a las ocho de la tarde.
En otro de los
casos, se
trataba de un padre con un hijo autista. Y cuenta con justificante médico para
sacarlo al parque un rato cada día.
No, el espíritu
colaborativo no consiste en establecer una cultura de mutuo control colectivo.
Si crees que alguien que va por la calle no debería estar ahí, llama a la
policía y que ellos los comprueben. Pero no te lances a insultar, que está feo,
ni juzgues antes de tiempo.
Hay una cuarta lección, que casi estoy por
callarme por aquello de contar con alguna pequeña ventaja si vuelve a ocurrir
una situación de emergencia. Pero dada mi generosidad innata la voy a compartir
con todos mis lectores. En los casos de crisis, es absurdo acaparar papel higiénico y otros productos de primera necesidad.
Lo que hay que anticiparse a comprar es justo lo contrario, los productos como
el vino, el chocolate y otros pequeños lujos que estén a nuestro alcance.
La razón es
obvia. El sistema y las autoridades van a hacer todo lo que esté en su mano
para garantizar la disponibilidad de productos de primera necesidad, como el
papel higiénico, los alimentos, los productos de aseo esenciales… lo que no
están reponiendo son los estantes de bebidas alcohólicas y similares. Lo que
puede llegar a faltar es lo que no es indispensable.
Así que ya sabes,
ante la amenaza de una gran crisis, deja que otros arramblen con el Scottex y
tú dedícate al Ribera del Duero y al Ferrero Roché. Te podrás dar algún que otro
pequeño homenaje unas semanas después y hasta tendrás bienes preciados para
intercambiar por las patatas del vecino en caso necesario.
Un día más, y ya
van 11, encerrados en nuestros hogares. Y no ha habido novedad en el frente.
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