El ajedrez es, en esencia, una religión pagana, y Caissa , la única deidad a la que muchos aficionados estamos dispuestos a adorar, es nuestra diosa. Cada domingo, miles de fieles en todo el mundo, quizá millones, se dirigen presurosos a los altares para ofrecerle unas horas de oración y profunda meditación. Y también le ofrecen a Caissa sacrificios rituales: peones, caballos, torres, alfiles y damas para obtener sus favores en forma de victorias (ni que decir tiene que no todos lo consiguen, por cada favorecido por la diosa hay otro que se va derrotado y cabizbajo). La Fe de los guerreros de fin de semana no tiene nada que ver con la de los grandes campeones, que viven del ajedrez y que realizan movimientos y maniobras inescrutables para la mayor parte de los mortales. Tampoco tiene que ver con la de los ancianos en el parque o los jugadores de cafeterías, que sólo mueven las piezas ocasionalmente por puro entretenimiento. El jugador "serio", que es sólo un aficionado, per
"La ideología es una camisa de fuerza que impide el fluir del libre pensamiento" (Américo Castro)