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El mito de la conspiración judía mundial, Norman Cohn

¿Cómo puede explicarse que una de las naciones más educadas de la Europa del siglo XX se haya sumergido en barbarie más absoluta? ¿cómo es posible que los nazis hayan podido movilizar a grandes masas de población dentro y fuera de Alemania en torno al antisemitismo, hasta el punto de hacerles colaborar, activa o pasivamente, en la mayor matanza de la historia? ¿de dónde proviene la idea de que exterminando a un pueblo entero los problemas que aquejan al mundo se desvanecerían? es más ¿de dónde proviene la absurda idea de que todos esos problemas: la guerra, el hambre, la miseria y el desorden, tienen su origen en una conspiración judía que lleva cientos de años intentando dominar el mundo?

Esas, y otras muchas, son las preguntas que responde brillantemente el historiador británico, Norman Cohn, en su obra El mito de la conspiración judía mundial.

El mito de la conspiración judía (entremezclado con frecuencia con una conspiración masónica y otra bolchevique - como si judíos, masones y comunistas pudiesen ser del mismo bando) hunde sus raíces en la Antigüedad y en la Edad Media. La identificación de los judíos como un pueblo que controlaba las banca, el comercio y las finanzas -ignorando el hecho de que había también muchos judíos pobres como ratas- fue lo que permitió que grandes masas de población se creyesen antaño a pies juntillas que los judíos tenían un plan para controlar el mundo. De paso, dicha creencia les servía a los poderosos para encontrar un chivo expiatorio idóneo cuando las cosas se torcían y para justificar lo injustificable (me viene ahora a la memoria un episodio de El Cid en el que nuestro héroe medieval engaña a unos judíos para quedarse con la pasta, y el episodio se cuenta como algo grande, un éxito de la astucia cristiana frente a la mezquindad judía).

Así, en épocas de crisis, bastaba con acusar, por ejemplo, a un judío de haber cometido un sacrilegio o haber sacrificado a un niño cristiano en un ritual secreto para dirigir las iras de la población hacia el barrio judío -organizando un pogromo- y no hacia el palacio del señor feudal, lo que habría significado una revuelta.

Posteriormente, en la época de la Revolución Francesa, el mito conspiranoico adquirió nuevas fuerzas. A muchos les sirvió para explicar la caída del régimen absolutista. Sólo unos conspiradores podrían haber sido capaces de destruir un régimen "impuesto por la voluntad divina". Es en esta época cuando se introduce el elemento masónico en la ecuación, englobando en el mismo saco a todos los que pretendían socavar el antiguo régimen y sustituirlo por formas de gobierno más liberales.

En la era contemporánea, en el S.XX, el mito adquirió tintes más sofisticados y se convirtió, para desgracia de la especie humana, en uno de los mayores éxitos propagandísticos de la historia (el caso debería estudiarse en las escuelas de periodismo y comunicación; si no fuera por lo trágico de los sucesos posteriores y por lo innoble de sus propósitos, se podría analizar como un modelo de comunicación y propaganda).

El instrumento esencial de toda la campaña antisemita es un libro, Los protocolos de los sabios de Sión, en el que supuestamente se desvela el plan secreto de los judíos para dominar el mundo. Son las presuntas actas de las reuniones secretas de ese gobierno en la sombra, formado por no más de 300 judíos, que llevan siglos socavando las monarquías tradicionales para convertir Europa en un erial.

El libro, más bien un panfleto, tiene un origen muy novelesco. Básicamente se trata de una copia y modificación de un libro anterior: "Diálogo en los infiernos entre Montesquieu y Maquiavelo", una obrilla del autor satírico francés Maurice Joly cuyo objetivo era atacar el régimen de Napoleón III. En algún momento de finales del S. XIX, El Diálogo fue utilizado por la Ojrana, la policía secreta del régimen zarista, para crear el panfleto antisemita.

El panfletillo tuvo un gran éxito en la decadente Rusia zarista y era utilizado para alentar y justificar los pogromos. Pero he aquí que los acontecimientos se precipitan. Llega la Primera Guerra Mundial y, como colofón, la Revolución Rusa. De un plumazo desaparecen las monarquías tradicionales de Europa. Es entonces cuando los rusos blancos, en guerra civil contra el Ejército Rojo, utilizan con gran éxito Los Protocolos para recabar ayuda en Europa, sobre todo en Alemania, tratando de conseguir recursos y apoyos para su causa. El hecho de que hubiesen caído las monarquías imperiales de Rusia, Austria y Alemania al mismo tiempo sólo podía ser justificado por un plan concertado, una conspiración de los enemigos del orden tradicional. Dicha conspiración estaría a punto de conseguir todos sus objetivos y se hacía necesario detenerla.

Que toda esta propaganda estuviese basada en una falsificación evidente (ya en los años 20 la prensa seria -The Times, por ejemplo- había desvelado que Los Protocolos eran una mala copia de El Diálogo) y que además tuviese como objetivo restaurar monarquías imperiales, no fueron obstáculos para que los nazis abrazaran los protocolos y los adoptaran como su biblia antisemita.

Los nazis abonaron un terreno que ya estaba plantado, le dieron un nuevo impulso al mito de la conspiración judía y lo convirtieron en el leitmotiv de su existencia. Algunos de los jerarcas nazis, incluyendo probablemente al propio Hitler, creían ciegamente en la existencia de la conspiración. Otros, más cínicos, no se creían una palabra de todo aquello y, simplemente, aprovecharon la cuestión para impulsar sus propios planes. Tal parece ser el caso del gran propagandista del régimen, Goebbels, a quien una vez le preguntaron cómo se podía conseguir que todo el mundo siguiese de forma casi unánime las criminales consignas del nazismo: "Es muy fácil", contestó, "sólo les tienes que hacer creer que les están atacando".

En eso consiste (y eso explica el repugnante éxito del antisemitismo). Si se hace creer a la población que está siendo atacada desde fuera, que hay una fuerza exterior, secreta, maligna, que pretende hacerles un daño irreparable, es mucho más sencillo conseguir que la población actúe en determinado sentido y que sus iras y frustraciones no se dirijan contra sus ineficaces gobernantes, sino contra el "enemigo exterior".

Concluyo recomendando la lectura de este libro a todo el mundo, pero especialmente a todos los proclives a creerse las estupideces conspiranoicas de diverso pelo que pululan a sus anchas por nuestro mundo. El mito de la conspiración judía mundial ha sido uno de los más dañinos de la historia de la humanidad (y aún a finales del S.XX y principios del XXI he conocido a gente que se lo creía), pero no es el único.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
se ve que no ha leído el talmud de los no judíos que mejor dicho es el libro de satanás donde presentan un odio espantoso a los gentiles,y hablan de como se deben de apoderar de todas las riquezas y naciones usted debe ser unos de ellos puesto que los defiende,la gente no va a seguir engañada nunca mas, ya sabemos toda la conspiración
Fabián ha dicho que…
He dudado sobre si aceptar la publicación del comentario de arriba. En general, no me gustan los anónimos.

En este caso lo he aceptado porque me parece una muestra evidente de hasta dónde puede llegar la beligerancia contra los judíos y cómo ha impactado en lo más hondo de nuestras creencias.

No. No he leído el Talmud, ni creo que lo haya leído el Sr. Anónimo. Tampoco le voy a hacer mucho caso a un libro escrito hace 18 siglos. El que quiera saber algo sobre el Talmud puede encontrar una breve referencia aquí: http://es.wikipedia.org/wiki/Talmud
Óscar ha dicho que…
Coincido bastante contigo Fabián. El libro está muy bien para entender los orígenes del odio brutal que se profesaba a los judíos. es un tema que siempre me ha interesado mucho y que desmonta bien a las claras muchos de los mitos y prejuicios, basados a veces en "basura" como la de los Protocolos. El problema es que hay gente que parte ya de odios y prejuicios y están dispuestos a creerse absolutamente cualquier fantasía. Saludos.
Jose ha dicho que…
como explica ud la cantidad de personajes judios empezando por la ex URSS despues de la revolucion? empezando por el mismo lenin siguiendo por Trosky, los jefes del KGB como yagoda Beria y hasta el mismo Stalin cuya madre se sabe era judia se puede seguir asi con varios gobiernos de la europa del este donde la mayoria de los gobiernos y puestos claves estaban ocupados por personajes de origen judio? y que papel jubana si todos los teoricos del comunismo( Marx, Engels heine etc) asi como la masoneria mismo tiene nombres rituales etc judios?? coincidencia?