"Las palabras hablan. Y las piedras también". Ésta es la base sobre la que se asienta este interesante trabajo sobre la realidad histórica en la que se desarrolló la vida de Jesús. Un arqueólogo y un exégeta (la exégesis es la disciplina que interpreta los textos, particularmente los religiosos) unen sus fuerzas en Jesús Desenterrado para, a través de las deducciones que nos facilitan los restos arqueológicos, y a través del análisis histórico de los evangelios, reconstruir la forma de vida, el contexto social y la situación política del Israel del siglo primero de nuestra era.
Fue aquella una época convulsa, sin duda, en la que movimientos como el de Jesús no pueden enmarcarse únicamente dentro del ámbito de lo religioso. El libro sitúa a esos primeros cristianos como parte de los movimientos, más o menos estructurados, de resistencia a la ocupación romana. Dicha resistencia tomó diferentes formas: desde la rebelión armada de los Sicarios de Masada a la resistencia pacífica de movimientos como el de San Juan Bautista o el mismo Jesús. Y, por supuesto, también había colaboracionistas con los romanos -principalmente entre la aristocracia judía y los sacerdotes de alto rango del Templo de Jerusalén-.
Si algo he sacado claro del libro es que en la antigüedad no es posible la separación entre religión y política. Son dos caras de la misma moneda. Oponerse a Caifás -un protegido de Roma- significaba los mismo que oponerse a la misma Roma o negar la divinidad de los emperadores. De hecho, la separación (al menos teórica) del poder temporal y el religioso es un fenómeno relativamente reciente en la historia de la humanidad.
Más allá de esta interpretación política del movimiento de Jesús (que fue lo que le condujo al calvario), la obra de Crossan y Reed nos ofrece una amplia visión sobre los modos de vida y las relaciones sociales de aquella época. Además, hace una aproximación muy interesante -y novedosa en algunos aspectos al menos para mí- de las metodologías de estudio. Por ejemplo, el análisis arqueológico incluye elementos tradicionales como enterramientos, casas y palacios, pero también otros sobre los que no se lee muy a menudo como una barca de pesca del siglo primero que fue encontrada semienterrada en el lodo en el lago Kinneret o Mar de Galilea, el osario del mismísimo Caifás y su familia, o los restos de un crucificado real (con un viejo clavo torcido, que no podía ser extraído, todavía atravesando sus tobillos).
Cada uno de estos elementos nos ofrece alguna pista sobre los modos de vida y de muerte de aquellos tiempos. Los restos del osario de Caifás, por ejemplo, nos muestran esta escalofriante estadística: de un total de 60 individuos enterrados allí, 40 tenían menos de 12 años en el momento del enterramiento (entre ellos, 10 bebés de menos de un año y 16 niños de menos de 5 años). Tiempos duros ¿verdad? Si uno tenía la suerte de llegar a la edad adulta luego podría verse involucrado voluntaria o involuntariamente en cualquier algarada antiromana y acabar crucificado entre los varios miles que eran ejecutados cada año; por no mencionar las inmensas posibilidades de morir de hambre durante cualquier periodo de sequía, de vivir condenado a la miseria tras el paso de un cobrador de impuestos, o de acabar siendo esclavizado por deudas.
Más original me ha parecido todavía la parte relacionada con la exégesis. Los autores nos hablan, al igual que en el caso de la arqueología, de una "estratigrafía" de los textos sagrados (no sólo los evangelios, sino también otros textos como los Manuscritos del Mar Muerto). Así, los documentos pueden ordenarse en estratos, de más primitivos a otros más modernos, y analizar cómo han ido evolucionando algunas ideas en función del momento histórico en el que fueron redactadas. Así, entre los Evangelios reconocidos por la iglesia como revelados el más antiguo es el de Marcos. Mateo y Lucas copian este Evengelio tomándose mayores o menores libertades, pero también utilizando otro evangelio más antiguo y desaparecido - conocido como Evangelio Fuente o Evangelio Q (de Quelle = fuente en alemán). El Evangelio de Juan es posterior.
La exégesis les permite a los autores hacer valoraciones sobre cómo interpretaban realmente los judíos ideas como la resurrección de los muertos (y por tanto analizar el inmenso valor que podrían tener las noticias sobre la resurrección de Lázaro o del propio Jesús), o cuestiones mucho más mundanas como la famosa frase de Cristo: "al César lo que es del César". Yo siempre había entendido esta frase como algo muy profundo, con la que Jesús se desmarcaba de la política e indicaba su deseo de circunscribirse al ámbito de lo religioso. Pues parece ser que no es así, sino que fue una simple salida burlesca cuando algunos judíos -buscando comprometerle- le preguntaron si era lícito pagar impuestos a los romanos. Como las monedas tenían grabadas la efigie del César, Jesús debió contestar con la famosa frase, quitándose el problema del medio.
El libro, en resumen, me parece altamente recomendable. Debo hacer una advertencia, sin embargo. En el afán de mostrar un tratamiento profesional y científico (sobre todo en la parte de la exégesis) algunos capítulos resultan ser de difícil digestión, abrumando al lector con detalles y matices que hacen la lectura bastante pesada. Se recomienda por tanto buscar el momento adecuado -con tiempo suficiente por delante- y el estado de ánimo y predisposición que corresponden cuando uno va a enfrentarse a una ardua tarea.
Fue aquella una época convulsa, sin duda, en la que movimientos como el de Jesús no pueden enmarcarse únicamente dentro del ámbito de lo religioso. El libro sitúa a esos primeros cristianos como parte de los movimientos, más o menos estructurados, de resistencia a la ocupación romana. Dicha resistencia tomó diferentes formas: desde la rebelión armada de los Sicarios de Masada a la resistencia pacífica de movimientos como el de San Juan Bautista o el mismo Jesús. Y, por supuesto, también había colaboracionistas con los romanos -principalmente entre la aristocracia judía y los sacerdotes de alto rango del Templo de Jerusalén-.
Si algo he sacado claro del libro es que en la antigüedad no es posible la separación entre religión y política. Son dos caras de la misma moneda. Oponerse a Caifás -un protegido de Roma- significaba los mismo que oponerse a la misma Roma o negar la divinidad de los emperadores. De hecho, la separación (al menos teórica) del poder temporal y el religioso es un fenómeno relativamente reciente en la historia de la humanidad.
Más allá de esta interpretación política del movimiento de Jesús (que fue lo que le condujo al calvario), la obra de Crossan y Reed nos ofrece una amplia visión sobre los modos de vida y las relaciones sociales de aquella época. Además, hace una aproximación muy interesante -y novedosa en algunos aspectos al menos para mí- de las metodologías de estudio. Por ejemplo, el análisis arqueológico incluye elementos tradicionales como enterramientos, casas y palacios, pero también otros sobre los que no se lee muy a menudo como una barca de pesca del siglo primero que fue encontrada semienterrada en el lodo en el lago Kinneret o Mar de Galilea, el osario del mismísimo Caifás y su familia, o los restos de un crucificado real (con un viejo clavo torcido, que no podía ser extraído, todavía atravesando sus tobillos).
Cada uno de estos elementos nos ofrece alguna pista sobre los modos de vida y de muerte de aquellos tiempos. Los restos del osario de Caifás, por ejemplo, nos muestran esta escalofriante estadística: de un total de 60 individuos enterrados allí, 40 tenían menos de 12 años en el momento del enterramiento (entre ellos, 10 bebés de menos de un año y 16 niños de menos de 5 años). Tiempos duros ¿verdad? Si uno tenía la suerte de llegar a la edad adulta luego podría verse involucrado voluntaria o involuntariamente en cualquier algarada antiromana y acabar crucificado entre los varios miles que eran ejecutados cada año; por no mencionar las inmensas posibilidades de morir de hambre durante cualquier periodo de sequía, de vivir condenado a la miseria tras el paso de un cobrador de impuestos, o de acabar siendo esclavizado por deudas.
Más original me ha parecido todavía la parte relacionada con la exégesis. Los autores nos hablan, al igual que en el caso de la arqueología, de una "estratigrafía" de los textos sagrados (no sólo los evangelios, sino también otros textos como los Manuscritos del Mar Muerto). Así, los documentos pueden ordenarse en estratos, de más primitivos a otros más modernos, y analizar cómo han ido evolucionando algunas ideas en función del momento histórico en el que fueron redactadas. Así, entre los Evangelios reconocidos por la iglesia como revelados el más antiguo es el de Marcos. Mateo y Lucas copian este Evengelio tomándose mayores o menores libertades, pero también utilizando otro evangelio más antiguo y desaparecido - conocido como Evangelio Fuente o Evangelio Q (de Quelle = fuente en alemán). El Evangelio de Juan es posterior.
La exégesis les permite a los autores hacer valoraciones sobre cómo interpretaban realmente los judíos ideas como la resurrección de los muertos (y por tanto analizar el inmenso valor que podrían tener las noticias sobre la resurrección de Lázaro o del propio Jesús), o cuestiones mucho más mundanas como la famosa frase de Cristo: "al César lo que es del César". Yo siempre había entendido esta frase como algo muy profundo, con la que Jesús se desmarcaba de la política e indicaba su deseo de circunscribirse al ámbito de lo religioso. Pues parece ser que no es así, sino que fue una simple salida burlesca cuando algunos judíos -buscando comprometerle- le preguntaron si era lícito pagar impuestos a los romanos. Como las monedas tenían grabadas la efigie del César, Jesús debió contestar con la famosa frase, quitándose el problema del medio.
El libro, en resumen, me parece altamente recomendable. Debo hacer una advertencia, sin embargo. En el afán de mostrar un tratamiento profesional y científico (sobre todo en la parte de la exégesis) algunos capítulos resultan ser de difícil digestión, abrumando al lector con detalles y matices que hacen la lectura bastante pesada. Se recomienda por tanto buscar el momento adecuado -con tiempo suficiente por delante- y el estado de ánimo y predisposición que corresponden cuando uno va a enfrentarse a una ardua tarea.
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