Ya estamos en casa. El viaje de prensa a la sede de Huawei en Shenzhen ha terminado (yo diría que con éxito) y llega el momento de recapitular y repasar esas cosillas que a uno le llaman la atención de los lugares que visita. Aquí comento algunos ejemplos:
1) Los masajes. No me voy a entretener explicando esto, ya que el amigo Uriondo lo ha hecho con estilo. Yo me libré de la exfoliación, pero no de que una china me caminase por la espalda encontrando todo punto sensible al dolor y torturándome sin piedad.
2) Vasos de agua caliente. Aparte de que a la menor oportunidad en China te ponen delante una taza de té, también es costumbre agasajar al huésped con vasos de agua calentita (para bebérsela, no para lavarse). Es curioso, pero en España me parece horrible beberme un vaso de agua caliente y allí me la bebía sin problemas.
3) Jugar al billar en pijama. En la zona de descanso del centro de tortura se podía jugar al billar, todos en chanclas y en pijama de rayas. Curiosamente, te ofrecían comida gratis (incluida en la entrada), pero por jugar 20 minutos al billar había que pagar aparte.
4) Control fronterizo con foto por sorpresa. Eso, que según estamos esperando que nos devuelvan los pasaportes, aparece una china con uniforme y mascarilla antipolución, abre la puerta del coche y con un palitroque que acaba en una lente nos saca en 0,5 segundos una foto a cada uno de los cinco ocupantes del coche. La verdad es que no sé si realmente era una cámara de fotos, el instrumento de Los Hombres de Negro para borrar la memoria de los inocentes ciudadanos o un lector de códigos de barras, pero fuese lo que fuese, a mí la situación me dejó flipando.
5) Parque automovilístico. Lo más barato que ví, aparte de los taxis, era un Toyota de 4 metros y medio.
6) Estilo de conducción. Es radicalmente distingo en Hong Kong y en Shenzhen. En Hong Kong conducen por la izquierda, como los británicos, tienen autobuses de dos pisos y te obligan a usar el cinturón de seguridad. En Shenzhen los semáforos sólo sirven para indicar al conductor que debe mirar un poco antes de acelerar. La velocidad mínima admisible en ciudad debe estar en torno a los 80 ó 90 kilómetros por hora.
7) La comida china. No tiene nada que ver con lo que nos ponen aquí. Bueno, sí tiene que ver, pero lo de allí es mucho más variado y de mejor calidad.
8) La decoración torotusa y osborniana. Las siguientes fotos del hotel lo dicen todo:
De izquierda a derecha, Miguel Ángel Uriondo, de Actualidad Económica, Antonio Ruiz del Árbol, de Cinco Días, un portamaletas torero, de China, Tamara Vázquez, de Expansión y su seguro servidor, de Huawei.
1) Los masajes. No me voy a entretener explicando esto, ya que el amigo Uriondo lo ha hecho con estilo. Yo me libré de la exfoliación, pero no de que una china me caminase por la espalda encontrando todo punto sensible al dolor y torturándome sin piedad.
2) Vasos de agua caliente. Aparte de que a la menor oportunidad en China te ponen delante una taza de té, también es costumbre agasajar al huésped con vasos de agua calentita (para bebérsela, no para lavarse). Es curioso, pero en España me parece horrible beberme un vaso de agua caliente y allí me la bebía sin problemas.
3) Jugar al billar en pijama. En la zona de descanso del centro de tortura se podía jugar al billar, todos en chanclas y en pijama de rayas. Curiosamente, te ofrecían comida gratis (incluida en la entrada), pero por jugar 20 minutos al billar había que pagar aparte.
4) Control fronterizo con foto por sorpresa. Eso, que según estamos esperando que nos devuelvan los pasaportes, aparece una china con uniforme y mascarilla antipolución, abre la puerta del coche y con un palitroque que acaba en una lente nos saca en 0,5 segundos una foto a cada uno de los cinco ocupantes del coche. La verdad es que no sé si realmente era una cámara de fotos, el instrumento de Los Hombres de Negro para borrar la memoria de los inocentes ciudadanos o un lector de códigos de barras, pero fuese lo que fuese, a mí la situación me dejó flipando.
5) Parque automovilístico. Lo más barato que ví, aparte de los taxis, era un Toyota de 4 metros y medio.
6) Estilo de conducción. Es radicalmente distingo en Hong Kong y en Shenzhen. En Hong Kong conducen por la izquierda, como los británicos, tienen autobuses de dos pisos y te obligan a usar el cinturón de seguridad. En Shenzhen los semáforos sólo sirven para indicar al conductor que debe mirar un poco antes de acelerar. La velocidad mínima admisible en ciudad debe estar en torno a los 80 ó 90 kilómetros por hora.
7) La comida china. No tiene nada que ver con lo que nos ponen aquí. Bueno, sí tiene que ver, pero lo de allí es mucho más variado y de mejor calidad.
8) La decoración torotusa y osborniana. Las siguientes fotos del hotel lo dicen todo:
De izquierda a derecha, Miguel Ángel Uriondo, de Actualidad Económica, Antonio Ruiz del Árbol, de Cinco Días, un portamaletas torero, de China, Tamara Vázquez, de Expansión y su seguro servidor, de Huawei.
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