Ayer de madrugada volví de un bonito fin de semana en Roma, donde pude constatar que realmente somos todos europeos.
No lo digo sólo por el inmenso placer de utilizar la misma moneda o de casi entenderse con los italianos sin cambiar de idioma. Ni por constatar que retrasos e inconvenientes del servicio en varias esferas de la actividad humana es algo absolutamente internacional. Ni tampoco lo digo por haber comprobado que eso de tener la ciudad en obras no es sólo un asunto local, sino que también es un fenómeno globalizado. Lo digo sobre todo por esta curiosa estampa que puede obtenerse junto a la Plaza de San Pedro.
No hay duda de que todos somos europeos.
No lo digo sólo por el inmenso placer de utilizar la misma moneda o de casi entenderse con los italianos sin cambiar de idioma. Ni por constatar que retrasos e inconvenientes del servicio en varias esferas de la actividad humana es algo absolutamente internacional. Ni tampoco lo digo por haber comprobado que eso de tener la ciudad en obras no es sólo un asunto local, sino que también es un fenómeno globalizado. Lo digo sobre todo por esta curiosa estampa que puede obtenerse junto a la Plaza de San Pedro.
No hay duda de que todos somos europeos.
Comentarios