Me encanta ver cómo los seres humanos tratamos de esconder verdades como puños bajo el dulce sonido de palabras huecas.
Ocurre en todos los ámbitos, y especialmente en el de la comunicación. Tanto en la comunicación corporativa como, sobre todo, en la comunicación de marketing a clientes.
Hay miedo a llamar al pan pan y al vino vino. No vaya a ser que la gente llegue a comprender lo que ocurre realmente.
Es habitual, por ejemplo, que cuando un banco te anuncie el cobro de comisiones o una subida de tipos de interés sobre tu hipoteca, te incluya frases del tipo:
Ayer, por ejemplo, recibí una notificación de la comunidad de propietarios que, si bien era bastante clara y meridiana en sus intenciones (anunciaba el cobro de varios recibos especiales), terminaba el escrito con una frase memorable:
Desde el punto de vista profesional, me llama la atención cómo poco a poco va transformándose el sentido de las palabras y las expresiones. Al final, la expresión que todo el mundo utilizaba para disimular algo se acaba convirtiendo en sinónimo de ese algo que se quería ocultar o disimular. Y surge entonces la necesidad de inventarse nuevas expresiones cada vez más floridas.
Por ejemplo, ya nadie puede hablar de una "reestructuración" empresarial sin que el lector entienda "despidos", así que se impone alargar la expresión utilizando cada vez más palabras huecas (ie: proceso de reorganización operativa, proceso de reasignación de recursos o, simplemente, proceso de adaptación organizativa a las nuevas realidades del mercado).
Me pregunto si tanto esfuerzo literario en las comunicaciones de tantas y tantas empresas tiene realmente algún sentido o sólo sirve para calmar las aguas dentro de la propia organización.
Ocurre en todos los ámbitos, y especialmente en el de la comunicación. Tanto en la comunicación corporativa como, sobre todo, en la comunicación de marketing a clientes.
Hay miedo a llamar al pan pan y al vino vino. No vaya a ser que la gente llegue a comprender lo que ocurre realmente.
Es habitual, por ejemplo, que cuando un banco te anuncie el cobro de comisiones o una subida de tipos de interés sobre tu hipoteca, te incluya frases del tipo:
Con el objetivo de adecuar las condiciones de su contrato al nuevo entorno macroeconómico globalizado, y con la vista puesta en la mejora permanente del servicio..., agradeciendo la confianza que tiene usted depositada en nuestra entidad..., vamos a proceder a....Con un poco de suerte, te cansas de leer pronto y no llegas a enterarte de que la entidad en la que has depositado tu confianza va a proceder a brutalizarte en el próximo recibo.
Ayer, por ejemplo, recibí una notificación de la comunidad de propietarios que, si bien era bastante clara y meridiana en sus intenciones (anunciaba el cobro de varios recibos especiales), terminaba el escrito con una frase memorable:
Esperando que entienda tanta actividad económica en tan corto espacio de tiempo...¡Glorioso! (tradúzcase actividad económica por recibos o pagos y corto espacio de tiempo por febrero y marzo).
Desde el punto de vista profesional, me llama la atención cómo poco a poco va transformándose el sentido de las palabras y las expresiones. Al final, la expresión que todo el mundo utilizaba para disimular algo se acaba convirtiendo en sinónimo de ese algo que se quería ocultar o disimular. Y surge entonces la necesidad de inventarse nuevas expresiones cada vez más floridas.
Por ejemplo, ya nadie puede hablar de una "reestructuración" empresarial sin que el lector entienda "despidos", así que se impone alargar la expresión utilizando cada vez más palabras huecas (ie: proceso de reorganización operativa, proceso de reasignación de recursos o, simplemente, proceso de adaptación organizativa a las nuevas realidades del mercado).
Me pregunto si tanto esfuerzo literario en las comunicaciones de tantas y tantas empresas tiene realmente algún sentido o sólo sirve para calmar las aguas dentro de la propia organización.
Comentarios
Cada vez que recibo una carta de mi club cuyo texto empieza con frases como las que has mencionado, voy directo al último párrafo y miro cuánto me han aumentado la cuota. Acto seguido tiro la carta y sigo con mi día.
Decir algo sin decirlo, poniendo el árbol en medio de un bosque inmenso, es inoperante. Todos sabrán por las características del bosque que tienen que buscar ese árbol.
Un saludo desde la Enciclopedia de la Pequeña y Mediana Empresa:
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"Uno que pasaba por aquí" da en el clavo varias veces en su comentario. Respondo como buenamente puedo.
Cierto que en nuestra vida hace falta algo de maquillaje. Muchas veces las cosas dichas a lo bruto suenan mal o hasta ofenden -incluso si son ciertas-, por lo que conviene algún ejercicio de redacción que permita decir las cosas con mayor suavidad. Eso afecta a nuestra vida privada y también a la vida corporativa.
Pero hay veces en que las cosas se llevan a un extremo tal de circunloquios y revoltijos palabreros que se pierde totalmente el sentido de lo que se quiere comunicar (aunque al final tanta verborrea no engaña a nadie: el que quiere entender, entiende).
Por lo tanto, hay que tratar de buscar cierto equilibrio entre las revueltas de las palabras y las expresiones directas.
Por lo que se refiere a mi propia actitud en mi trabajo... no puedo decir que lo haga todo perfecto, ni de lejos, pero intento que el uso de eufemismos y expresiones vacías no sea predominante en mis escritos y conversaciones. Es decir, intento que los textos sean claros en la medida de lo posible.
No siempre se consigue, claro, pero al menos soy consciente del problema.